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Slow food: una motivación para buscar lugares únicos

Cambian las tendencias gastronómicas en busca de un mayor respeto por el medio ambiente y la última es la llegada de la slow food o comida lenta.

Establecimiento abarrotado, pedido rápido, y en cuestión de minutos tienes caliente la comida en la mesa.  Ahora también a domicilio y subido en bicicleta, preferiblemente. La forma en que comemos impacta en nuestro ecosistema. El turismo gastronómico también es tendencia y gracias a ello está aumentado el valor de la comida.

En España, por ejemplo, muchas comunidades han hecho bandera de su gastronomía atrayendo turistas “solo” para comer. Parece que somos capaces, al menos durante nuestras vacaciones, de dedicarle a comer o cenar el tiempo necesario. Sin prisa. Con disfrute. Paladeando cada bocado y dándole valor a la forma en que esas materias primas fueron transformadas hasta llegar a nuestro plato.

Slow food o comida lenta

Gracias a este cambio, a esta manera sosegada de entender el yantar, se está asentando cada vez más el movimiento conocido como slow food. Éste consiste en comer con atención, dándole importancia a la calidad de lo que comemos y siendo capaces de reconocer y considerar la procedencia de los ingredientes que componen nuestro plato y la forma en que han sido cocinados.

El fast food está empezando a quedar a un lado, como si solo se reservara para aquellos momentos en los que no queda más remedio. Días en los que el trabajo y el ritmo de la vida nos supera y debemos cumplir de forma rutinaria con el acto de alimentarnos. Pero no cuando viajamos o buscamos el disfrute y el placer.

Triunfa lo fresco, lo local y cercano y lo que ha crecido siendo responsable con el medio ambiente. Priman los ingredientes puros que sean capaces de enseñarnos la historia, la tradición y las esencias del territorio. Platos elaborados a fuego lento que pongan también en valor la destreza de quienes nos los ponen en bandeja para que nosotros “solo” gocemos.

Una tendencia a la hora de hacer turismo

El movimiento de la slow food empieza a convertirse en una motivación para viajar y buscar lugares únicos. Es una de las formas en que podemos colarnos en la evolución de la tierra que estamos conociendo. Un canto a la forma tradicional de hacer las cosas y que además respeta el ecosistema local. Se promueven gracias a ella los alimentos ecológicos, el respeto por los productores locales y la defensa de la biodiversidad.

Cambiamos la forma en que viajamos, somos cada vez más responsables y esta tendencia, la de la slow food, nos recuerda que debemos respirar, disfrutar y conocer con calma los lugares a los que viajamos.

Sergio F. Núñez