Es importante señalar, desde las primeras líneas de este texto, que no vamos a hablar de nada que esté relacionado con Jorge Javier Vázquez o con la reina doña Letizia, salvo para mencionar cómo, en ocasiones, sus figuras son utilizadas con fines poco éticos para conseguir tu atención. Porque las ‘fake news’ no siempre son mentiras.
La expresión ‘fake news‘ lleva dando vueltas, según el Oxford English Dictionary, al menos desde 1890, cuando se utilizó en la oración: “Esa historia de la mina es uno de los mejores ejemplos de ‘fake news’ que hemos visto en este país en mucho tiempo”
Después de que las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos y Donald Trump la popularizasen, fue incorporada en dicho diccionario bajo la siguiente fórmula: “Noticias que consisten en información falsa, inventada o deliberadamente engañosa, o bien que la incorporan. También, noticias a las que se le acusa de serlo o que aparecen caracterizadas de tal forma”. Así, recoge tanto el uso de ‘fake news’ como insulto contra informaciones válidas, como el que se refiere a la mala praxis de ciertos medios y profesionales.
Entre medias, además, navegamos en un océano de ambigüedad que puede ir desde la inclusión de aspectos opinativos por parte de los autores hasta el uso sutil de fórmulas denigrantes cuando los intereses del editor de la publicación y el objetivo de la información no son coincidentes: desde el uso de los comentarios no moderados en los artículos -una forma cobarde de evitar responsabilidades legales- hasta la práctica de inducir a error a los lectores mediante confusiones interesadas entre el sujeto y el predicado. Vamos a profundizar en esta última.
A la caza del click
Probablemente, alguna vez te habrás fijado en que al terminar de leer las noticias de muchos medios te presentan otras que no parecen escritas por esos medios. Se trata de módulos de publicidad controlados a menudo por sólo dos empresas, Taboola y Outbrain -anunciaron además su fusión en octubre pasado-. Estos módulos se utilizan para promocionar artículos del mismo medio, otras publicaciones del mismo grupo, para presentar publicidad con forma de contenidos o para promocionar publicaciones de medios que no tienen nada que ver con lo que estamos leyendo.
Si los medios que no son de pago viven de la publicidad y ésta se basa en los clicks, es lógico que ciertos medios siempre quieran captar más clicks, preferiblemente si pagan por ellos menos de lo que cobran después a los anunciantes. Pueden anunciarse en Facebook, pueden hacerlo en Google o pueden utilizar la publicidad nativa a través de plataformas/recomendadores como las ya mencionadas.
Pero, para garantizar su dosis de pinchazos, necesitan contenidos atractivos, aquellos que interesan a muchos usuarios. De ahí la proliferación de artículos en los que te cuentan por qué una actriz ¡está irreconocible!, supuestas historias que te explican qué fue de presentadores cuyas carreras has perdido de vista, listas sobre casi cualquier cosa, artículos sobre los “verdaderos efectos” de determinadas medicinas, piezas de cotilleo sobre la Reina Letizia -todo lo que se escribe sobre ella atrae la atención del lector- y otras curiosidades.
Personalmente, siempre me ha sorprendido la fórmula que ha perfeccionado en España un supuesto medio deportivo: se ha especializado en trucar sujetos y predicados para llevar a engaño a los lectores. Ojo a una de sus jugadas más habituales: “Encontrado muerto. Jorge Javier Vázquez y Sálvame consternados”. Aunque no lo parezca, se trata de una pieza que habla, a partir del segundo párrafo, del suicidio del escritor Ari Behn.
Sin embargo, la lógica actual de los medios lleva a los editores con menos escrúpulos a preguntarse: “¿Pero quién conoce a Ari Behn? ¡A Jorge Javier sí le conoce todo el mundo y basta con un simple punto entre “muerto” y “Jorge Javier” para que nadie pueda denunciarnos!”
¿El titular es mentira? Estrictamente, no. ¿Responde a algún interés más allá de la pesca de incautos? A ninguno. ¿Hemos picado todos alguna vez o muchas con este tipo de trucos? Constantemente.
Otro ejemplo reciente: “Florentino Pérez vende a James Rodríguez. ¡Hay acuerdo! Última hora en el Real Madrid”. Por supuesto, el equipo blanco no ha vendido al colombiano. La información se limita a recopilar rumores a medio cocer. Si alguien protestase y reclamase que no hay venta, daría lo mismo. El editor, con sus clicks en la mochila, siempre podría recurrir a la cualidad del presente como la forma verbal no marcada del español. Y es que “vende” sirve tanto para decir “ha vendido” como “tiene a la venta”. Incluso podría aludir a la polisemia del verbo “vender”, que aquí se entendería como “promocionar”.
Lo ilegal y lo inmoral
Obviamente, este tipo de fórmulas llevan a la imitación porque funcionan. Recientemente, en el Departamento de Comunicación de Globalia hemos visto un caso similar que nos afecta. Por un lado, nos encontramos con una noticia ejemplar del diario ‘ABC’: “Ocho meses de cárcel por quitar dinero a pensionistas en Almodóvar del Campo”. Se refiere a una sentencia por hechos acontecidos en 2014, un caso en el que una agencia de viajes cobró de un grupo de jubilados y después no pagó al mayorista Travelplan, del grupo Globalia, por el viaje. De manera que éste, finalmente, nunca se produjo. Nada que objetar.
Por otro lado, revisemos lo publicado por una página web que utiliza a Globalia y a sus empresas como si fuésemos su Jorge Javier particular: “Prisión para agentes por estafar a un club de mayores que quería viajar con Travelplan”. Leyéndolo así, el lector menos inclinado a leer las informaciones completas podría llegar a pensar que nuestra mayorista tiene algo que ver con los hechos, más allá de una relación muy tangencial con los mismos.
Dado que ese tipo de prácticas son más inmorales que ilegales, aquí tenemos más problemas que soluciones, y buena parte trabajo está en manos de los propios lectores. Porque todo tiene consecuencias.
Pensemos en otro titular, muy vergonzoso y que alguien ha escrito de verdad en este país: “Ictus devastador. La periodista Chelo García Cortés paralizada”. Por supuesto, el ictus del que se habla fue ajeno y ese “paralizada” no tiene nada que ver con lo que se cuenta en la información. Quien lo haya escrito no piensa, por supuesto, en lo que puede pasar si un amigo de la señora García Cortés se encuentra con ese titular.
No piensa, en general.